Fotografiar niños no es fácil, te damos unos consejos para lograrlo.
1) Hay que tener paciencia, ya que muchos niños no atienden a las indicaciones del fotógrafo. Si nos disponemos a sacarle fotos a un bebé en interiores, tenemos que crear las mejores condiciones ambientales posibles: que la temperatura sea agradable, que no haya mucho ruido y que la luz sea suave.
Es recomendable en estos casos utilizar distancias focales estándares o teleobjetivos cortos. Si trabajamos con una réflex, podemos optar por un objetivo luminoso de 50 milímetros (focal que se transforma en 75 milímetros cuando el sensor es de tamaño APS-C).
Con críos un poco mayores es más fácil interactuar. Tras una breve sesión de fotografías -digamos- serias, es buena idea que un adulto les haga reír para captar expresiones más variadas. Jugar a que esta persona se esconda detrás del fotógrafo hará que el niño sonría, e incluso podremos inmortalizarlo mientras mira a cámara.
2) El punto de enfoque ha de ser, principalmente, el ojo más cercano a la cámara, aunque ya sabemos que las reglas están -a veces- para saltárselas. Si no tenemos más remedio que utilizar el flash, rebotémoslo siempre que la cámara lo permita contra el techo o la pared.
3) Es aconsejable colocar un filtro UV en el objetivo. Ya van no sé cuántas veces que he tenido que limpiarlo de babas, chocolate y demás sustancias viscosas.
4) Un punto de vista picado resalta la pequeñez de los niños. Si además es una toma cercana y con angular, su cabeza aparecerá muy grande. Un recurso efectista, sí, pero que muchas veces queda como una simple caricatura.
5) Un punto de vista contrapicado les hace gigantes, y a ellos esto les encanta. Para tomas informales funciona muy bien, aunque la cámara a ras de suelo corre cierto peligro con críos cerca…
La forma más recomendable para fotografiar niños es situando la cámara a la altura de sus ojos. La toma resultante es más directa y digna, ya que le vemos antes como una persona que como un niño.
6) Cuando hacemos fotos para fotografiar niños en grupo se complican las cosas. Aquí ya da igual la edad que tengan y cómo se comporten. Son niños, y lo mejor será que nos dejemos llevar y que la sesión se convierta en un juego. Pedirles, por ejemplo, que se hagan pasar por mayores o que posen como modelos o como su ídolo de la tele son maneras de controlar la situación y obtener fotos divertidas.
Un zoom corto que abarque desde un angular a un tele moderado (como el típico objetivo de 18-55 milímetros que suele venir con las réflex de gama media y baja) es la elección adecuada para no perdernos ningún detalle.
7) No es buena idea enseñarles cómo ha quedado la primera foto que hagamos, porque lo pedirán también en la segunda, y en la tercera, y en todas las que vengan. Lo mejor, siempre que podamos, es mostrarles la pantallita de la cámara sólo al terminar la sesión (o bien pactar un intermedio para ver las fotos y comer unas chuches, que a todos nos gustan).
8) Cuando varios niños están inmersos en alguna actividad, como un festival de fin de curso o construyendo castillos de arena en la playa, es buena idea mezclarnos con ellos, situarnos a su altura e ir tomando imágenes de sus expresiones, tanto a nivel individual como de grupo.
Si estamos atentos a la escena y conseguimos fotografiar el instante idóneo (la severa mirada de un niño cuando ve que otro pretende «robarle» su pala y su cubo), nos llevaremos una buena imagen. Para este tipo de situaciones podemos utilizar una focal de entre 100 y 150 milímetros que nos permita situarnos a cuatro o cinco metros de la escena.
9) En grupos de niños mayores -y siempre que tengamos confianza en ellos- podemos dejarles la cámara para que se fotografíen unos a otros. Las barbaridades que hacen frente a su amigo difícilmente las harán cuando detrás del objetivo se esconde un adulto. Claro que de esas fotos ya no seríamos los autores.
10) Tanto si las fotos que hemos tomado son preparadas como casuales, hay que hacerles llegar los archivos o las copias -por lo menos las mejores- a los padres o responsables de los niños. Es una manera sana de practicar la ética fotográfica, y también de asegurarnos su colaboración en otra ocasión, por si las moscas.